Carta de Bienvenida:
Hola, soy Karla Saavedra, y te quiero compartir un pedacito de mi historia.
Integrando a Pato nace de muchas cosas: de la maternidad, de la psicología, del amor, del cansancio… pero, sobre todo, de mi necesidad de volver a conectar con la sociedad.
Porque en este camino que empezó siendo profesional —como psicóloga, como voluntaria en una clínica de autismo, como estudiante con ideas idealistas de ayudar a los demás— me encontré, años después, totalmente transformada por la vida real. Por la maternidad. Por los retos de desarrollo de mi hijo. Por el aislamiento. Y por una verdad que no siempre se dice: para poder cuidar a mi hijo, tuve que dejar de cuidarme a mí.
Elegí quedarme con él. Y esa elección también me separó de todo lo demás. Me alejé de mi trabajo, de mis amigas, de mi estilo de vida, de cosas que disfrutaba y que me hacían ser yo. Sí, soy mamá. Pero también soy una persona con muchísimas ganas de reconectar. Porque cuidar no debería significar desaparecer.
Ese deseo de reconexión fue creciendo, hasta volverse una semilla de creación. Porque si yo, que tengo estudios, redes, acceso, me sentí tan sola, ¿cómo lo viven quienes no tienen nada de eso? Entonces entendí que la única forma de sanar era tejiendo. Tejiendo redes infinitas de apoyo, donde todos podamos sostenernos y donde todos podamos hacer algo por alguien más.
Y sí, también entendí que yo tengo discapacidad psicosocial. No solo por la ansiedad, la tristeza o el cansancio acumulado, sino porque vivir aislada por tanto tiempo me volvió vulnerable. Me quitó pertenencia. Me quitó voz. Y cuando por fin logré reconciliarme con mi parte más vulnerable —con esa parte que se sintió sola, encerrada, insuficiente—, convertí esa herida en una posibilidad.
Una posibilidad que ya no quiero guardarme. Una posibilidad que quiero compartir, desde mi casa, a través de otras personas, de otras historias, de otras miradas. Porque aunque parezca que estamos desconectados, seguimos siendo parte. Y siempre, siempre, podemos hacer algo por el otro. Y el otro, siempre puede hacer algo por nosotros.
Gracias por estar aquí.
Gracias por quedarte.
Gracias por querer integrar.
Con cariño,
Karla
💛 Infancia que inspira | La casa de los juguetes
Conocimos a Vic cuando vivíamos en nuestra casa anterior. Ella y su familia eran nuestros vecinos, y Patricio —como en tantas otras ocasiones— se escapaba de casa. Nosotros nos asustábamos, corríamos a buscarlo… hasta que aprendimos que siempre iba al mismo lugar: a casa de Vic.
Ahí, le abrían la puerta. Ahí, había un gran cuarto lleno de juguetes. Y, sobre todo, ahí nunca lo regañaban, nunca lo juzgaban, nunca hicieron un escándalo por su comportamiento. Simplemente lo vieron como un niño. Y entendieron nuestra desesperación sin condenarla.
Con el tiempo, nuestras familias se conocieron. Nos hicimos amigos. Aprendimos a ver cómo eran los otros, qué les gustaba, qué necesitaban, cómo se comunicaban. Ellos aprendieron a aceptarnos, con todo lo que somos. Y también a tolerarnos, porque —y lo digo con amor— hay que tolerar un chorro de cosas en mi familia.
Pasó el tiempo, y falleció el papá de Vic. Estuvimos ahí para ella. Después, cuando a nosotros nos discriminaron en el vecindario, Vic y su familia estuvieron ahí para nosotros.
Ambas familias nos cambiamos de casa, por diferentes razones. Hoy vivimos en casas separadas, pero nos sentimos como una sola familia. Nos ayudamos. Nos escuchamos. Nos acompañamos en la tristeza y celebramos los logros del otro. Compartimos nuestras creaciones. Y hace poco, en su escuela, Vic dio un discurso sobre el autismo: habló de la importancia de aceptar a las personas, de comprender, de hacer la vida más amable para quienes viven con discapacidad psicosocial.
Con Vic aprendimos a conectar. A dejar de pensar en un “tú y yo” para formar un “nosotros”.
Y toda la vida le voy a dar gracias a Dios por Vic, por su familia, y por haberse quedado. Porque con su presencia nos dieron algo que no se compra ni se exige: un abracito al corazón.
💛 Tema del mes | La conexión como forma de resistencia
Cuando hablamos de discapacidad psicosocial, muchas veces hablamos de diagnósticos, síntomas, tratamientos… pero pocas veces hablamos de lo invisible: el aislamiento.
El aislamiento que sienten las familias. El que viven las personas que se salen de “lo normal”. El que no siempre se ve, pero que pesa como una montaña.
Y en un mundo donde cada quien parece ir a su propio ritmo, donde se exige tanto y se comprende tan poco, conectar es un acto de resistencia.
Porque conectar implica parar. Implica mirar al otro como legítimo, incluso cuando no lo entendemos del todo. Implica quedarnos, incluso cuando no sabemos qué hacer.
Este mes, queremos recordarte que no estás sola, no estás solo. Y que si alguna vez te has sentido desconectado del mundo, quizá sea momento de volver a tocar la puerta del otro. No para pedir explicaciones, sino para acompañar.
Porque acompañar también es una forma de sanar. Y conectar —de verdad— puede salvarnos a todos.
💛 Ejercicio del mes | Volver a pertenecer
Este mes queremos invitarte a hacer algo muy sencillo, pero poderoso: Reconocer tu red.
Muchas veces, cuando estamos en momentos difíciles, sentimos que estamos completamente solos. Pero si miramos con atención, es posible que haya personas que, de una forma u otra, se han quedado. Que nos han acompañado. Que nos han sostenido en silencio.
Te propongo este pequeño ejercicio:
- Toma una hoja en blanco. Dibuja un círculo con tu nombre al centro.
- Empieza a escribir los nombres de personas que han estado ahí para ti. No importa si fue hace años, si fue un solo mensaje, si ya no están. Escríbelos.
- Luego piensa: ¿Quién podría necesitar de ti hoy? ¿A quién podrías tú quedarte a acompañar?
- Y si te nace… mándales un mensaje. No necesitas grandes palabras. A veces un “aquí estoy” es suficiente.
Conectar no siempre se trata de estar cerca físicamente. A veces basta con recordarle al otro que existe, que importa, y que no está solo.
💛️ Para cerrar…
Si algo aprendimos este mes es que quedarse también es una forma de amar. No necesitas tener todas las respuestas, ni entender todo lo que le pasa al otro. A veces basta con no irte.
Basta con mirar con ternura. Con abrir la puerta. Con sentarte a su lado. Con no apagar la luz mientras el otro encuentra su voz.
Cada persona que vive con discapacidad psicosocial necesita, al menos, una cosa: saber que no está sola.
Y cada uno de nosotros tiene algo que ofrecer: Tiempo. Escucha. Comprensión. O simplemente… presencia.
Te invito a que este mes te quedes. Con alguien. Con una causa. Contigo misma.
Porque integrarnos no es solo sumar, es también hacerle espacio al otro dentro de nosotros.
Gracias por leer.
Gracias por estar.
Nos vemos el próximo mes.
Y mientras tanto… pregunta, integra, y quédate.
Con amor,
Karla